Cinco argumentos contra la corrida de toros


Rubén Alexis Hernández

1.-Es   un   evento   violento-sangriento   encubierto   como   arte,   y   aún   como   deporte.   En   un mundo donde la violencia es el pan nuestro de cada día, las corridas de toros aportan su grano de arena al respecto. Se trata de un vil espectáculo en el que la agresión físico-psicológica  continua y brutal del hombre a un animal y el derramamiento de sangre en éste son los principales protagonistas; es la barbarie legada  por  el  Imperio   español   fundamentalmente en  América  y   la   afición   de   unos   seres, psicópatas en todo el sentido de la palabra,  que celebran la muerte más que la vida misma, capaces de obligar a sus hijos pequeños a presenciar el frenesí taurino. Aún así los defensores de la  Fiesta Brava  la consideran como un arte o un deporte.

2.- Se tortura y mata a un ser vivo por simple placer, en un contexto lúdico-psicopático. Una cosa es matar a un animal por razones alimenticias, ecológicas o de cualquier otra índole razonable, y otra cosa es la matanza que se disfruta, y por tanto irracional, muy mal vista en tiempos en que los derechos animales cobran bastante fuerza en el mundo. Además se castiga severamente al toro antes de que ocurra su muerte, y obviamente el sufrimiento del animal es enorme, aunque haya imbéciles que lo nieguen, como es la mayoría del mundo taurino. No se puede estar bien de la cabeza cuando se mata o se disfruta ver matar a un ser vivo por simple gozo.

3.-El toro mal llamado de lidia no es una subespecie o una raza bovina en el sentido estricto del término, plenamente diferenciada, al menos según la consideración de expertos no vinculados con la tauromaquia. No obstante, creen los defensores taurinos que efectivamente hay un  toro de lidia, bravo por naturaleza (genéticamente), que es una subespecie o una raza concreta, importante desde el punto de vista ecológico, y que desaparecería si se prohibieran las corridas. Evidentemente se trata de una argumentación sin base científica, pues el famoso toro “de lidia” no es más que un bovino común y corriente (Bos taurus taurus o Bos primigenius taurus), seleccionado a lo largo de la historia por su supuesta bravura; de manera que si se prohibieran las corridas no desaparecería algo que no existe como subespecie o raza específica, y entonces ese toro "de lidia" pudiera vivir tranquilamente en su entorno natural o criado para fines diferentes a la tauromaquia. En pocas palabras, no hay tal bravura de origen natural (genética), sino que el toro puede ser violento por las mismas razones que el resto de los animales (salvo el humano que puede ser violento por placer y otros motivos fútiles). Así, al hallarse encerrado en una  plaza de toros se siente abrumado por la histeria de los aficionados, y busca huir antes que enfrentarse al asesino conocido sutilmente como torero. Y solo al ser acosado y agredido con armas blancas, se ve obligado a arremeter contra su verdugo, como simple instinto de supervivencia.

 4.-La tauromaquia no es  bien  vista  por un  grueso sector  de la   población ni aún en aquellas partes donde goza de cierta popularidad. Por lo general los defensores de las corridas  arguyen que su espectáculo es masivamente disfrutado, pero la realidad ha demostrado lo contrario, incluso en partes del mundo en las que se supone que la tauromaquia tiene más arraigo y tradición. Incluso se han prohibido las corridas de toros en ciudades, comunidades y regiones donde se pensaba que la afición por la carnicería taurina era inmensa, superior en algunos casos a ciertos deportes populares. Evidentemente los protaurinos no van a aceptar que el barbárico espectáculo que defienden tiene cada día menos seguidores, pero basta con consultar a la población mediante referendos para darse cuenta de la realidad. El miedo a una consulta democrática con la que se demuestre que la mayoría de la población en cualquier parte es antitaurina, paraliza a los enfermos mentales que apoyan de una u otra manera a la tauromaquia.

5.- El empleo indebido de fondos públicos para financiar un espectáculo que se supone debería generar importantes ingresos. En este sentido, ha tenido que intervenir el Estado para auxiliar a la tauromaquia, en decadencia incluso en países en los que el sangriento espectáculo había tenido mayor arraigo y popularidad a lo largo de la historia. A manera de ejemplo en el caso del estado Mérida, Venezuela, se sabe que a nivel estadal y municipal se ha subvencionado a la tauromaquia, incluso por parte de gobernantes autocalificados como socialistas y humanistas. Fondos que han debido ser utilizados para solventar de cierta manera diversos problemas que afectan a la población, y no empleados para apoyar un evento violento que no deja ningún beneficio para la sociedad, más que ganancias para una minoría del sector ganadero y turístico. Dinero arrojado a la basura.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Oposición histórica a las corridas de toros en Mérida

Psicópatas los toreros y psicópatas los aficionados taurinos