Ley para la “protección” animal y continuidad de la barbarie taurina
Rubén Alexis Hernández
En
diciembre de 2010 fue sancionada por la
Asamblea Nacional de Venezuela la Ley para
la protección de
la Fauna Doméstica,
Libre y en
Cautiverio, texto legal ampliamente anhelado
por ecologistas, ambientalistas, y
diversos sectores nacionales interesados en la preservación de
la biodiversidad y en garantizar el cumplimiento de los Derechos de los animales. Por desgracia para quienes nos
oponemos al maltrato animal, el Proyecto
de Ley aprobado
no fue precisamente el
mismo que se
debatió en primera discusión en el año 2007, sino un
documento sometido a numerosos cambios. Resulta que
el Proyecto original
contemplaba importantes cambios
en aquellos espectáculos,
eventos o rituales en los que el hombre
torturara y/o ejecutara a algunos animales, mientras que el aprobado es
bien ambiguo y limitado al respecto, tal como se percibe en los artículos y 14
y 15, por ejemplo:
“Artículo 14.-
Toda actividad que involucre la utilización de animales domésticos con fines de
exposición, esparcimiento, recreación,
amenidad, competencia, diversión, entretenimiento, fiesta y solaz
donde intervenga un auditorio, independientemente de su número, se
considerará un espectáculo
público y en
consecuencia su regulación
es competencia del poder público municipal, sin menoscabo de las
regulaciones establecidas en la presente Ley. El poder público municipal
determinará las actividades que requieran de la consulta pública para su realización.
Artículo 15.- Los animales domésticos destinados a exhibiciones y actividades circenses,
deportivas o recreativas, deberán permanecer en locales o jaulas suficientemente
amplias, que les permita moverse con libertad y en ningún caso podrán ser
hostigados por sus propietarios o domadores en el desempeño de su trabajo o
fuera de él. En caso de ser trasladados, deberá realizarse en condiciones
adecuadas que garanticen su bienestar”. Claramente se
aprecia que la Ley, lejos de proteger a los animales involucrados en distintos
eventos, posibilita que las autoridades municipales regulen de forma exclusiva distintos
espectáculos barbáricos, y que se continúe el maltrato so pretexto de que se
le “otorgue cierta libertad” a los
animales.
En realidad
la famosa Ley para la
protección animal, ansiosamente
esperada por muchos venezolanos, es una
Ley para la desprotección, cuyo espíritu
prácticamente desestima la tortura llevada a
cabo en macabros espectáculos,
e incluso es cómplice
en cierta medida del sinfín de
atrocidades cometidas por
los “civilizados” seres humanos contra sus hermanos animales.
Lo más triste de todo, es que el documento legal fue aprobado nada menos que
por un Gobierno que se preciaba de ser humanista, protector de la biodiversidad y
formador de individuos
con una mentalidad de
avanzada en lo concerniente a las relaciones con sus semejantes y con el resto
de las especies animales. Es obvio, por tanto, que los autores intelectuales de la Ley para la
“protección” animal eran personajes que de una u otra manera estaban vinculados
con grupos o empresarios que fomentaban los espectáculos barbáricos y se enriquecían
con ellos. Para nadie es un secreto que en el caso de las corridas
de toros, por
ejemplo, numerosos adeptos
al Gobierno de Chávez, seudorevolucionarios todos,
no sólo eran
aficionados a
este degradante legado
de los colonizadores españoles,
sino que incluso lo
financiaron y obtuvieron
buenas ganancias en asociación con distintos empresarios
taurinos. De hecho, las corridas de toros ni siquiera son mencionadas en el
texto legal aprobado en el 2010, como si ocurría en el Proyecto de 2007, cuando se proponía
una limitación drástica al macabro
espectáculo. En el último documento apenas
se incluye implícitamente a
las corridas (al
menos eso suponemos),
lo que de forma clara se interpreta como la conveniencia jurídica de no afectar a este evento de
manera importante.
Evidentemente el
notable cambio entre el texto original y el aprobado se debe tanto
a la presión ejercida por
los mercaderes de la
tauromaquia, como a la
complacencia y a la afición taurina de
distintos funcionarios gubernamentales. La tauromaquia en Venezuela sigue
teniendo cierta importancia debido al
patrocinio de grupos económicos y políticos poderosos, especialmente en algunas
partes de Venezuela, como Mérida y San Cristóbal, por ejemplo. De ahí que la
barbarie taurina mantenga algo de popularidad
en esas ciudades andinas, y de
ahí la
presión que ejercieron
los promotores taurinos
para que el Gobierno nacional
delegara a las
autoridades municipales correspondientes la libre
regulación del perverso
espectáculo. En este
sentido no es
difícil imaginar que los
Gobiernos locales, vinculados
de una u
otra forma con
los círculos taurinos, harán absolutamente nada para
perjudicar su “magno arte”. En Mérida, por ejemplo, es bien sabido que
numerosos personeros del Gobierno
estadal y municipal (municipio Libertador) han sino tanto aficionados como financistas de la carnicería taurina,
incluidos algunos “revolucionarios” que
por medio de una Fundación conocida como
FERISOL, hicieron jugosos negocios con empresas licoreras y financiaron
parcialmente el Carnaval Taurino de América.
La
continuidad de las corridas de toros en Venezuela demuestra no solo que la fulana Ley para la
protección animal lo menos que pretende es defender los derechos animales como
debe ser, sino que no está en sintonía con los cambios humanísticos y
ecológicos que pretenden llevarse a cabo en el país. No pueden considerarse
socialistas quienes disfrutan con la tortura y la humillación de otro ser vivo,
sin importar la especie a la que pertenezca. No pueden hablar de amor, de
paz y de
valores auténticos, quienes siguen
fomentando la cultura de la violencia mediante la continuidad de
eventos en los que se derrame sangre por puro placer. Sí en el 2007 estábamos
esperanzados por un texto que prometía liquidar prácticamente espectáculos
bochornosos como las corridas de toros, en el 2010 la decepción fue mayúscula con
la sanción de una Ley que más bien
protege a los promotores y a los empresarios de la tortura animal. Avergonzados deberían
sentirse los autores de la fulana Ley, más aún cuando se
calificaban como “dignos
socialistas pletóricos de
amor”. Provoca preguntar a estos
personajes y a todos aquellos que disfrutan con el sufrimiento animal, si les gustaría recibir un castigo
sistemático basado en estocadas,
puyazos, golpes, patadas, o cualquier otra agresión física y psicológica.
Ahora
bien, más allá de la incoherencia y las limitaciones de la Ley para
la protección de
la Fauna Doméstica,
Libre y en
Cautiverio, espectáculos dantescos como las corridas de toros, las
peleas de gallos, entre otros, más
temprano que tarde llegarán a su final; tengamos en cuenta que cada vez más
venezolanos se interesan y preocupan por los derechos animales y por la preservación de la biodiversidad en
general.
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